Corría el año 1864. El joven Nietzsche estaba a punto de terminar sus estudios secundarios en el muy prestigioso instituto/internado Schulpforta de la ciudad de Naumburgo. Esta institución (que continúa hoy día con sus actividades) se encuentra en un edificio, medio castillo, medio monasterio, y en aquellas fechas se regía por una severidad que hoy día no podemos ni imaginar: horarios reglamentados durante toda la jornada, sobriedad, altísima exigencia académica... Nada mejor que el adjetivo "prusiano" para definirlo. Imagino a aquellos adustos y severísimos profesores germánicos exigiendo sin descanso esfuerzo y disciplina al sumiso alumnado.
Se estarán preguntando a cuento de qué viene este revival educativo. Paso a explicarlo y qué relación tiene con la nueva ley educativa que se va a implantar en España (y juro que he perdido la cuenta).
Cuando el imberbe (mejor dicho, "imbigótico") Federico Nietzsche quiso marcharse con su título, resultó que no había superado las matemáticas. El profesor en cuestión consideraba que el prestigio de tan rigurosa institución se iba a desmoronar al (y verán cómo les empieza ya a sonar el asunto) "regalarle" el título a ese muchachito. El resto del profesorado se opuso a esta opinión y presionó, no para que lo aprobaran, sino para que le dieran el dichoso título sin aprobarlas. Por suerte lo consiguieron y el futuro filósofo pudo seguir su carrera dando clases en Basilea y generando ideas que trastocarían para siempre el pensamiento europeo. Y aquí quería yo llegar.
Como quizá sepan algunos/as de ustedes, a partir de este curso en España, un alumno/a que suspenda una materia podrá obtener el título de bachillerato, si se dan ciertas circunstancias: asiste a clase, se presenta a todas las pruebas y tiene una media superior a cinco entre todas las asignaturas. Pues bien, ya han empezado a sonar las trompetas del apocalipsis: que si la ínclita "bajada de nivel", que si los "regalitos", que si el acabose (otro más) de la educación, la cultura y la civilización occidental...
Este artículo ha sido escrito con la esperanza de que aquella justa decisión de 1864 pueda servir de ejemplo para evitar un excesivo rasgado de vestiduras. Siempre ha habido alumnos/as a quienes se les ha atascado (o les han atascado) alguna asignatura y los/as docentes han aplicado la excepcionalidad sin que el mundo se suma en la barbarie (al menos por esa razón). Como ya he dicho otras veces, no se trata tanto de "bajar el nivel", como de tener un alto nivel de perspectiva, empatía y sabiduría. De esa forma no cercenaremos posibles brillantes carreras por una pequeña parte proporcional del expediente (en nuestro caso 1/20), lo que contribuiría a "bajar el nivel" intelectual y científico de la sociedad en su conjunto.
Ayer a las ocho, en medio del aplauso unánime a los servicios sanitarios, se coló un himno, palabra de origen griego que originariamente designaba un cántico coral entonado en honor a los dioses y que luego derivó en animador espiritual de grupos humanos como países, regiones, clubes deportivos o instituciones educativas. En España tenemos uno anómalo porque carece de letra, así que no se puede cantar, sino escuchar y tararear. Compartimos esta peculiaridad con Bosnia-Herzegovina y Kosovo, que yo sepa.
El de anoche era el de un cuerpo del ejército español, famoso por su cabra, sus pechos descubiertos y su arrojo en el combate contra las aguerridas y salvajes tropas del norte de África. Su letra, que habla de relaciones amorosas con La de la Guadaña, la considero poco apropiada para estos días, pero allá cada cual con lo que entona. Cuando lo oí, pensé que el disyoquei se había equivocado de pandemia y creyó que estábamos ante un caso de legionella, pero al final lo entendí como una especie de alabanza al valor y la resistencia de los españoles frente a una invasión o ataque foráneo, al que vencerán los anticuerpos españoles, según palabras de un político.
Otros días ha sonado esa canción tan española que compuso el belga Leo Caerts y cantó con gran éxito el esposo almeriense de la alemana Anita Marx: "Que viva España".
En otro bloque cercano alguien difundió gratuitamente música infantil y, más tarde, otro vecino ignoto enchufó los éxitos de los últimos diez o quince veranos (macarenas, aserejés y venaos), himnos también de la masa sudorosa y eufórica.
Si algo está dejando claro esta situación es que el ser humano es, como dijo Aristóteles, un ser o animal político, imposible de entenderse a sí mismo sin pertenecer a una comunidad y que en cuanto se queda solo o aislado, grita a los cuatro vientos: "¡A mí la Legión!".
Ha pasado algo más de un verano desde la última entrada del blog. Cosas que pasan. Nada grave. El poder reparador del silencio del que tanto, paradójicamente, se habla y tan poco se practica. No quiero decir que haya estado en una cámara insonorizada durante casi tres meses. Al contrario. He ido dos veces a Japón (imaginen esos motores surcando el cielo de Siberia), he paseado por las laderas del volcán Sakurajima (que está justo ahora un poco cabreado), he visitado el epicentro de la bomba y el lugar de los mártires cristianos de Nagasaki (a los que dedicó Lope de Vega una obra), he visto los primeros arces rojo del otoño de Minoh, he votado hace un rato, he incrementado mi nivel de responsabilidad en el trabajo, me ha dado por pintar digitalmente (me encanta la expresión "me ha dado", tiene tanto de involuntario y arrebatador)...
Así que esta entrada cumple lo que los semiólogos llaman la función fática del lenguaje, o sea, usar las palabras tan solo para decir al interlocutor que la comunicación se mantiene. Frases como "¿se me escucha?", "te estoy entendiendo", "dígame", etc. son ejemplos de esto que digo.
Pero ya que estamos en faena, usaré también la función referencial porque me apetece contar una anécdota que viví ayer en el aeropuerto de Osaka. Por los altavoces anunciaron que ya podíamos ponernos en cola los viajeros del grupo 5, el último en entrar. No había prisa. Nos esperaban casi doce horas de Osaka a Ámsterdam y tendríamos tiempo de sobra para hartarnos de estar dentro del avión. La cuestión es que en un momento dado fui a incorporarme a la fila que se estaba formando. En ese momento casi tropecé una pareja de ancianos japoneses y los dejé pasar. Dije: "dozo" y ellos sonrieron por la cortesía y por hablarles en japonés. Pues bien, unos segundos más tarde el hombre se volvió hacia mí y me regaló un pequeño y espectacular origami de un pavo real diciéndome: "Arigato". He vivido muchos ejemplos de la educación y la amabilidad japonesa, pero este último, ocurrido justo antes de abandonar el país, tiene un regusto especial no sé si simbólico, sentimental o lo que sea.
Yo por mi parte he hecho esta mañana mi origami simplón con la papeleta del congreso. No es para dar las gracias. Las gracias nos la tienen que dar a los ciudadanos quienes no se ponen de acuerdo, ni tienen pinta de ponerse. Más bien se parece a las grullas de Sadako Sasaki, hibakusha o superviviente de la bomba de Hiroshima, una plegaria para la curación de la leucemia provocada por la lluvia negra que siguió a la detonación y que más tarde se transformó en petición por la paz mundial. Así espero que mi humilde pliegue sirva, junto con el de otros muchos y muchas para que este país de santos, mártires, héroes, pícaros y futbolistas acabe teniendo un gobierno. Y que a mí me guste, claro.
Supongo que no es algo premeditado, pero los asiduos y asiduas de este blog se habrán venido percatando de que muy, pero que muy pocas veces, me tiro al barro de la política. Quizá obedezca a una mezcla de ecuanimidad mal entendida y pusilanimidad genética. No sé. No tengo tiempo, ganas ni dinero para averiguarlo. Y no es que, como dijo Aristóteles, no sea un "ser político". Todos irremediablemente lo somos. No podemos dejar de serlo. Fuera de este ámbito expongo sin problema mis ideas sobre cómo debemos organizarnos en estas polis enormes en las que vivimos.
El culpable de que hoy rompa esta discutible costumbre es Andrés Villena Oliver, autor de Las redes de poder en España. Se trata de un libro valiente. Y no lo digo en un sentido metafórico ni hiperbólico. No es que presente ideas novedosas que expongan al autor a la crítica intelectual de sus colegas. Lo que se expone en este ensayo/monografía son datos, datos irrefutables, contrastados, conocidos, bien hilados y justificados. El riesgo que corre el autor es el de poner negro sobre blanco que la democracia en España está, cuando menos, descafeinada, si no adulterada, manipulada, vapuleada y... mejor me callo.
De manera incontestable el autor va desgranando los nudos de estas redes, algunos más conocidos que otros. Un tupido entramado de cargos medios y altos, incrustados (atados y bien atados, que dijo aquél) en el funcionamiento del estado ha venido a prolongar gran parte del aparato del poder del régimen político anterior. Familias, luengos apellidos de rancio abolengo, amistades, puertas giratorias, asientos a medida en consejos de dirección... dibujan un paisaje medio dantesco medio kafkiano, que acaba quitándote el sueño. Un grueso tapiz de componendas que deprimen al más optimista paladín de la justicia social y política. Y junto a, o sobre, o bajo estas redes burocráticas gubernamentales y empresariales, la no menos tupida red de los medios de comunicación, encargados (vía créditos que existen o no existen, vía favores biyectivos) de ocultar o hacer olvidar las otras y cualesquiera que se tejan para pescar puestos, dádivas o emolumentos. Y lo más inquietante es que no se trata de una teoría de la conspiración tipo Bildergerg. Qué va. Todo sucede delante de nuestras olvidadizas narices, esas que muchas veces nos tapamos en el momento justo de depositar el voto en la urna.
Hace poco asistí a la presentación del libro en Málaga y alguien del público preguntó si quedaba algún atisbo de esperanza frente a semejante cúmulo de componendas y engañifas. La repuesta del autor fue esperanzadora. Habló de que en Estados Unidos cada vez hay más voces que abogan por un cambio de rumbo en las concepciones económicas que arrancaron ferozmente en los ochenta y que nos llevaron a la debacle de 2008. De modo que este minucioso estudio, más que una elegía derrotisma/abstencionista, es una llamada a la indignación, a la participación, al conocimiento y a la madurez ciudadana. No faltarán quienes opinen que las redes ocultas de poder existen en todo el mundo y, como dijo el entrañable refrán-man Sancho Panza, "en otras casas cuecen habas". Lo que ocurre es que, como continúa el adagio, "en la mía, calderadas".
Facha, rojo, guiri, progre, jipi, choni, pijo, carca, chusma, indie... ¿Notan algo curioso en esta lista de calificativos del español?
Son palabras bisílabas llanas que usamos para clasificar a la gente. En teoría poética se llaman pies trocaicos o troqueos, es decir, un conjunto de dos sílabas que tienen acento en la primera.
Con motivo de la pasada campaña electoral he notado esta tendencia del español al troqueo (al menos en el español de España), hasta el punto de que a veces oímos que la sílaba anterior al acento (pretónica) casi desaparece: "Paña" por "España", "quillo" por chiquillo, "ñoras" por señoras... Otras veces se esfuman las posteriores (postónicas), como en los ya citados "progre" (progresista), "carca" (carcamal) o "finde" (fin de semana). Y últimamente se recurre al anglicismo: "indie", "fashion", "runner". Hace décadas ya que el fútbol (foot-ball) remató al balompié y (más recientemente) el basket, al baloncesto.
Muchos y muchas recordarán el soniquete trocaico que se producía en las "manifestaciones" de fervor patrio, cuando el pueblo repetía incansablemente el apellido del Jefe del Estado español hasta 1975.
No ignoro que en nuestra lengua hay insultos bisílabos agudos terminados en -ón, de enorme dureza y contundencia. También tenemos un símbolo rotundo de españolidad, el jamón, que ya propuse que se incluyera en el escudo del estado, en lugar de ese potaje de leones, cadenas, barras, frutas y castillos.
Pero creo que la tendencia al trocaico es imparable y proviene de la influencia secreta de palabras básicas con esa estructura acentual: madre, padre, patria, cielo, agua, tierra, aire, sangre, casa, cama, calle, muerte, vida, pasta, mucho, poco, novia, boda, ojo, ajo, mano, dedo, cosa, niño, suegro, guerra, sopa, olla, fuego, blanco, negro, dame, toma, calla, caca, culo...
Fascista, comunista, librepensador, progresista y conservador suenan demasiado... largos. Mientras terminas de decirlos, el contrincante, como quien agarra un buen guijarro al borde del camino y lo coloca en su honda, te ha podido lanzar un "rojo" o un "facha" que, como a Goliat, te deja cao (1).
1.- Cao no existe en el DRAE. Lo pongo para hacer otro trocaico.
Me fui a Japón el sábado antes del domingo de Ramos y me encontré en medio de otra campaña electoral, elecciones locales en este caso, si no he entendido mal a los candidatos que iban por Osaka en sus diminutas caravanas electorales. No me voy a poner pesado con el civismo japonés y la forma de hacer las cosas allí, porque no quiero tentar la paciencia patriótica de parte de mi "lectorado". Quien quiera, que vaya y lo vea.
La cosa es que, a pesar de las muchas veces que he visitado Japón en general y Osaka en particular, todavía he encontrado rincones y actitudes que me sorprenden. Sólo voy a contarles una de ellas. En los autobuses de línea del norte de Osaka hay un cartel luminoso que se enciende y se apaga casi continuamente. Yo pensaba, en mi cuasianalfabetismo, que era el aviso de petición de parada. Pero resulta que no. El conductor lleva un micrófono inalámbrico y, aparte de dar las gracias cualquier persona que sale del autobús (y la mayoría de las veces se apean unas diez o quince personas), se dedica a decir frases que hasta ahora no entendía. Poco a poco mi nivel de comprensión oral ha ido creciendo y, en un momento dado, entendí una palabra, hidari, que significa izquierda. Más tarde creí oír migui, que significa derecha y me percaté de que cuando las decía, el autobús giraba en esos sentidos o direcciones. Y decía también que íbamos a parar o que íbamos a arrancar... Esta costumbre tiene un efecto inmediato en la seguridad de los pasajeros, pero también obedece a una técnica/hábito llamada shisha kanko, que consiste en verbalizar lo que se está haciendo. La usan desde hace décadas los maquinistas de tren. Al parecer proviene de la meditación zen y con ella se consigue reducir el riesgo de error en un 85%. Cuando vayan a Japón y monten en un tren, procuren ir al vagón de cabeza para observar al conductor.
En esta jornada de meditación electoral, mi objetivo era concentrarme en pensar el voto, pero no voy a malgastar mis energías en ello, porque ya tengo el sobre cerrado y colocado en el mueble de la entrada desde hace días. Lo que importa mañana es hacia qué lado queremos que gire el autobús (¿migui?, ¿hidari?), o si queremos que arranque, o que dé un frenazo brusco y nos estrellemos todos y todas contra el cristal del futuro. Y, como decían Tip y Coll, la semana que viene, ya hablaremos del silencio.
Vale, es verdad que si la levantara iba a ser un espectáculo macabro, porque se la voló con una pistola, pero supongámoslo a modo de frase hecha metafórica.
El gran afrancesado, tildado de antiespañol por los definidores oficiales de la españolidad, hizo un dibujo implacabable de ¿aquellla? España reaccionaria y maleducada, que se comportaba en la diligencias como en el salón de su casa y en el salón de su casa como en un infierno doméstico. Me acordé de él hace unos días en un restaurante muy concurrido. Había personas de, por lo menos, tres nacionalidades (europeas), pero los que estaban armando el follón con voces y cánticos eran unos señores mayores franceses o belgas, que habrían bebido algo más que vasos de agua del grifo.
Aquellas críticas de Larra a la manera de comportarse de los españoles hoy día pueden seguir teniendo sentido, pero un sentido lato, no estricto. Es decir, se comportan como españoles no sólo los españoles (y no todos), sino todo aquel que vive, come, duerme y paga parte de sus impuestos en España. Porque me imagino muy fácilmente a todos esos francófonos en sus lugares de origen comportándose educadamente y sufriendo una metamorfosis ética en los aviones que los traen a estas "asoleadas" costas. Fui testigo de una de esas transformaciones en un vuelo desde Amsterdam a Málaga, volviendo de Osaka.
No quiero unirme, vive Dios, al coro de quienes pretenden excusar todo lo malo propio minimizándolo o contrastándolo con los males ajenos. Sé que la leyenda negra fue un invento anglofrancés para socavar los cimientos morales del imperio español, pero es que entre que todo el mundo "espera a la inquisición española", famélicos lazarillos e invasiones más o menos heroicas, se lo pusimos a tiro o en bandeja de plata.
Más tarde Europa se arrepintió en el siglo XIX y decretó que todas esas cosas que nos hacían despreciables eran precisamente las más atractivas. Y España se convirtió en el destino romántico de Byron y sus secuaces. Buscaban el primitivismo rudo y sincero que Europa había perdido durante la Ilustración. Ansiaban ser conquistados por cigarreras voluptuosas sevillanas, encontrar un tesoro de oro del moro en un castillo encantado, caballeros individualistas y utópicos con una escupidera en la cabeza... Y el pobre Larra... buscando lo contrario. Dicen que se dio un tiro por despecho amoroso, pero en esa cabeza que proponíamos levantar había más conflictos latentes.
Aquí va la segunda y última entrega de las traducciones de cuatro de mis poemas que amablemente ha hecho Lucía Rodríguez García, aunque salga una entrada un poco larga: no quiero estirar más la cosa porque son piezas breves.
Pertenecen al libro A propósito, un término que en inglés se puede traducir como "by the way", cuando queremos meter un inciso en un discurso propio o ajeno, pero que también se puede trasladar como "about", que es la opción que ha adoptado con muy buen criterio la traductora, ya que ese es el sentido que tiene en este contexto.
Una vez más tengo que agradecer a Lucía y a su mediador padre que llevaran mis versos allende los mares y las lenguas. Luego me darán los remordimientos budistas antiegocéntricos y me rasgaré las vestiduras. Pero ya mañana si eso. O el lunes que viene.
A propósito del sol entrando por la ventana
Más tarde o más temprano
todos los poetas,
acaban hablando del sol
que entra por sus ventanas,
metáfora, sin duda, de la inspiración
o metonimia, quizás,
de lo que hay fuera
y desdeñan.
About the sun that comes in through the window
Sooner or later
every poet
will end up writing about the sun
that comes in through their window,
a metaphor, no doubt, of their inspiration
or maybe a metonymy
of what is outside
which they disregard.
____
A propósito de un día cualquiera
Un día cualquiera
que estabas cortando ajos
o viendo una película antigua
o facturando maletas
en cualquier anodino aeropuerto,
nació un niño cualquiera
al que nunca conocerás
en cualquier hospital del mundo.
Tú no lo sabes, ni nunca lo sabrás,
pero será una de las personas
más importantes de tu vida
pues será el encargado
de sellar con silicona
tu tumba un día cualquiera.
About any given day
Any given day,
when you were cutting up garlic
or watching an old film
or checking in luggage
in a dull airport,
an ordinary child whom you
will never meet was born
in any old hospital in this world.
You do not and will never know,
but they will be one of the most important
people in your life
as they will be the one
to seal your coffin with silicon
any given day.
____
A propósito de las gloriosas batallas del pasado
La sangre o los genes
de algún soldado victorioso
en Salamina o Waterloo
en Maratón o Guadalete,
corre por tus venas,
da forma a tu nariz
al color de tu pelo,
al timbre de tu voz.
Somos hijos de derrotas ajenas.
Nuestra vida se alza sobre los cadáveres
de aquellos a quienes asesinaron
nuestros crueles ancestros.
About glorious battles
The blood or the genes
of victorious soldiers
in Salamis or Waterloo
in Marathon or Guadalete,
runs through our veins,
give shape to our nose,
color to our hair,
and pitch to our voice.
We are the children of other’s defeats.
Our lives rise above the dead bodies
of those killed
by our cruel ancestors.
____
A propósito de la metafísica
Me pone de los nervios la metafísica.
¿Qué insolente despropósito es
querer saber qué se oculta
más allá de lo que ya existe?
¿Es que les parece poco
el misterio de una risa,
de una rosa, de un beso,
de un filete empanado,
de una canción tarareada
mientras se pasa la aspiradora?
¡Que no hay nada tras la pantalla!
¡Cómanse sus palomitas
y disfruten de la película!
About metaphysics
Metaphysics gets on my nerves.
What insolent nonsense it is
to want to know what is hidden
beyond what already exists.
Is the mystery of
a laugh, a rose, a kiss,
a breaded fillet,
a song being hummed
while hoovering
not enough?
There is nothing behind the screen!
Eat your popcorn
and enjoy the film!
Esta es una historia de las buenas. Tengo un amigo desde la juventud ochentera, José Luis Rodríguez Escalona, que se fue a Granada a estudiar traducción y, por cosas de la vida, acabó instalado en Escocia con su familia. Su hija, Lucía Rodríguez García, como todas las hijas suelen hacer, creció y, como pocas, se fue a estudiar biomedicina (sic) a la Universidad de Edimburgo. Hasta aquí puede parecer una historia casi prototípica de los muchos españoles y españolas que se han visto obligados a ejercer su excelente preparación fuera de este país que ahora mismo no quiero ponerme a calificar. Lo más curioso viene ahora. Lucía se va un semestre de intercambio a una universidad de Connecticut, uno de los cincuenta Estados que se encuentran Unidos en América del Norte. Y la cosa tiene más gracia, porque, dentro del plan de estudios, se le ofrece la posibilidad de una materia de traducción de poesía. Y va y se mete. Va el padre, como homme de lettres que es, y le recomienda algunos poemas y va e incluye algunos míos en el cesto. Y heme aquí, tras esta serie de casualidades, traducido al inglés como quien no quiere la cosa. Y bien traducido, en mi modesta opinión de usuario de inglés de "nivel medio". En esta entrada sólo voy a presentar un poema, que lo poco gusta, pero lo mucho cansa. Otros días pondré el resto.
A estas alturas
“Al mediar la carrera de nuestra vida…”
Dante Alighieri, Divina Comedia, Canto I
A estas alturas,
a más de diez mil pies
de nuestras más sublimes expectativas,
a treinta y pico de años del despegue,
con las esperanzas al aire,
las pistas perdidas
y el alma inflada
como un globo aerostático,
muy por encima de océanos y calamidades,
de huracanes y remordimientos;
a punto de traspasar
la invisible barrera de lo sórdido;
con las bodegas atestadas
de trienios y alopecia;
con la radio oxidada,
la brújula imantada
y sin más rumbo que la inercia,
a estas alturas,
a estas vertiginosas alturas
justo ahora que iniciamos
las arduas, las tristes,
las siempre inevitables
maniobras del descenso…
At this high time
At this high time,
over ten thousand feet
above our most sublime expectations,
thirtysomething years from take-off,
with our hope in the air,
our track lost
and our soul swollen
like a hot air balloon,
way above oceans and catastrophes,
hurricanes and remorse;
about to cross
the invisible barrier into vulgarity;
with the hold jam-packed
with seniority and alopecia:
with a rusty radio,
a useless compass
and only inertia to guide us,
at this high time,
at this inevitable time
the very moment that we commence
the strenuous, the miserable,
the always inevitable
descent procedure…
Tal día como hoy en 1995 la tierra tembló en Japón con más intensidad de la normal. Se le llamó el Gran Terremoto de Hanshin. La ciudad de Kobe, cosmopolita y portuaria (en cierto sentido parecida a Málaga por la cercanía de las montañas a la costa) quedó devastada y murieron más de 5000 personas. Hace unos años la visité por primera vez con unos amigos japoneses, que fueron testigos de aquel desastre. Era de noche, se despertaron, salieron al exterior y la calle, tal como la conocían, casi había desaparecido. Murakami (que vivió mucho tiempo en Nishinomiya, un pueblo cerca de Kobe) escribió más tarde una colección de seis magníficos relatos titulada Después del terremoto, cuya lectura recomiendo a todos/as ustedes.
Y mientras tanto, por aquí se suceden también los movimientos telúricos, desagradables todos ellos. Hay un cálculo renal que me tiene en estado de reclusión y hay un seísmo político muy relacionado con la tierra, esa cosa que está bajo nuestros pies y que algunos piensan que es suya por la única razón de haber nacido en ella, como si semejante acto tuviera algún mérito. Más lo tienen los que arriesgan su vida en mares procelosos para llegar a estas montañas, llanos, mesetas y valles que llamamos nuestros.
Es como si la tierra misma se hubiera enfadado con nosotros por patearla, ignorarla o usarla como estandarte y hubiera decidido llevarse a sus entrañas a un niño inocente provocándonos una angustia constante.
Les dejo un viejo poema de Múltiplos de uno, que quizá viene al caso.
OCIO TELÚRICO
La madre que nos parió
esconde a veces secretos
entre sus cantos rodados,
o en el curso de las ráfagas
de arena de los desiertos,
o en los colores cambiantes
de las rocas que se oxidan.
Si escribimos, por ejemplo,
nuestro nombre sobre el suelo
calizo de una meseta
y a los tres días volvemos
y está completo o legible,
es buen augurio.
Si, en cambio,
las letras han permutado
sus puestos, esto es indicio
de que la tierra no está
contenta con nuestros pasos
sobre su faz
y nos requiere en sus minas,
en sus cavernas profundas,
para que le devolvamos
el préstamo de la cal
de nuestros huesos y el polvo
en que nos convertiremos.