Hace (muchos) años esta era la entradilla de los ligones aficionados. Se acercaban a la chica con sus acampanados pantalones y soltaban la pregunta al modo de Hamlet. Hoy en día todo es más confuso. Es lo que tienen todos los presentes, que, como los comparamos con criterios de supuestos pasados, no acabamos de entenderlos. Puede haber gente que trabaja para estudiar, gente que estudió pero trabaja en puestos para los que no estudió, etc.
Me ha venido a las mientes todo esto por una anécdota que viví ayer. En la cola de la caja de un supermercado, la dependienta se lamentaba en voz alta de no poder disfrutar del puente de la Inmaculada Constitución y remató su lamento con estas palabras: "¡Qué lástima no haber estudiao!".
Me hubiera gustado que ciertos alumnos y alumnas hubieran estado en esos momentos ahí. No es una idea nueva la de que los estudios propician un estatus social más elevado: más ingresos, más tiempo libre... Hay estadísticas por ahí que lo demuestran (lo del dinero), aunque la cosa no está tan clara. Por un lado tenemos a esos licencidados y graduadas infraempleados y por otro, a esos/as trabajadores cualificados trabajando fines de semana, ya sea en empresas atosigadoras o en cargos de la administración pública (y puedo certificarlo), sin contar la pléyade de médicas de guardia y profesores corrigiendo exámenes y trabajos los domingos por la tarde.
Y luego están los ni-ni, los hijos del desamparo familiar y educativo, los esclavos del fornái y la pleisteichion, pero eso da para tres o cuatro entradas más. Si esto no es un desequilibrio, que venga Marx y lo vea.