En el BOE se ha instalado la expresión "violencia de género" y ya va a costar mucho trabajo cambiarla. Los filólogos advertíamos hace tiempo que el género es un concepto gramatical, que no hay que confundir con el sexo. La mesa es femenino, pero no hembra. El crisantemo es masculino, pero no macho. La auténtica violencia de género consistiría en decir, por ejemplo, "el cuchara" o "la tenedor". Pero, como digo, esta batalla está perdida.
Ahora que ciertos sectores políticos y sociales están poniendo en tela de juicio la efectividad, legalidad y conveniencia de esta ley, cabe preguntarse si no hubiera sido mejor llamarla como algunos queríamos: violencia machista. De este modo no cabría ninguna duda de a qué estamos refiriéndonos. Incluiría así ataques en manada y demás violaciones y asesinatos cometidos por hombres contra mujeres, aprovechando la fuerza física o numérica. Llamarlo doméstica o familiar sería otra opción, pero quedarían libres los asaltos callejeros o laborales.
Dejo para otros/as los análisis numéricos sobre cuántos asesinatos cometen las mujeres, los ancianos/as o los niños/as contra hombres, niños y ancianos. Pero con los números, como con las palabras, también se puede mentir, dar a entender, tergiversar... Hay que prestar atención, que el patio se está llenando con una legión de trileros vendedores de humo, himnos y rabia.