Una de las instrucciones de seguridad que se dan en los aviones siempre me pareció un poco extraña. Normalmente va acompañada de un vídeo una animación en la que se ve a una madre con su hijo/a. El texto viene a decir que la madre debe colocarse su mascarilla de oxígeno antes de ponérsela a su vástago. En esos momentos siempre me imagino los instintos maternales saltando y mandando un mensaje, algo así como: "Ja, que te lo has creído. Yo aguanto la respiración un ratito y le pongo la mascarilla antes a mi hijo. ¿Qué tipo de inahumanos desaprensivos son estos técnicos en seguridad?". La verdad es que la razón para dar esa recomendación contra natura es obvia: si te asfixias tú, no podrás ponerle la mascarilla a tu hijo, ergo ambos moriréis.
Este es un asunto ético-pragmático que se puede extender a las religiones. Algún que otro clérigo cristiano airado (desconocedor contumaz de otros credos) va por ahí predicando en YouTube que el budismo y todas esas creencias orientalizantes son egoístas porque anteponen la salvación o iluminación propias a las de los semejantes. Lo primero que parece desconocer este hombre de Dios es que el propio cristianismo es una religión oriental que se coló en el sistema límbico del imperio y triunfó, una vez despojada de judaísmo por el caedizo Saúl de Tarso. Después olvida que Buda, una vez conseguida la iluminación, se dedicó a procurársela a los demás. ¿Cómo iba a hacerlo si no la había experimentado él mismo en sus, por entonces, escasas carnes? Y lo mismo hizo el propio san Pablo, que primero vio la luz desde las patas de su caballo y luego intentó difundirla entre los demás a base de viajes y epístolas (palabras viajeras). Y qué decir de nuestros místicos, que se encerraban en celdas en noches oscuras y a base de penitencias y oraciones veían a Dios y se quedaban "entre las azucenas olvidado"(s). Más tarde, ya repuestos del éxtasis, se tiraban a la calle y a los pucheros de la monjas (Santa Teresa dixit) a proponer sus técnicas e ideas para mejorar la Iglesia y el mundo, con el consiguiente mosqueo de la Iglesia, que en el caso de San Juan de la Cruz, le costó la cárcel.
En otras palabras, todos estos líderes religiosos primero se pusieron la mascarilla y luego se la intentaron poner a los demás, sin que nadie los tildara de egoístas.
En su libro Preguntas a un maestro zen, Taisen Deshimaru lo explica mejor que yo:
"PREGUNTA:
¿No es egoísta la búsqueda personal de la liberación comparada con la búsqueda de la liberación colectiva?
RESPUESTA:
Las dos son necesarias. Si no puedo resolver mi problema, no puedo ayudar a los demás a resolver los suyos. (...)
Los occidentales siempre quieren ayudar a los demás. Los católicos también quieren ayudar a los demás para su propia salvación, para su propio bien. El Mahayana también quiere ayudar a los demás, pero antes debemos comprendernos a nosotros mismos".