No es la primera vez que hablo de esto, pero ahora quiero relacionarlo con dos noticias/hechos más o menos recientes.
El primero es el fallecimiento de uno de mis maestros, el dramaturgo universal Miguel Romero Esteo. Pocas veces se tiene la oportunidad de conocer en persona a alguien que cuadre con la categoría de genio. "Genial" es una adjetivo que no me gusta demasiado. Es una hipérbole devaluada que se aplica a cualquier tontería:
--He pensado que mejor vamos a este otro bar, que ponen dos tapas por una.
--Genial.
Menos veces se tiene la suerte de que el genio te dé clases y muchas menos de que te invite a copas, al cine o al teatro, en compañía de otros compañeros y compañeras de facultad, tan afortunados como tú.
En una de sus magistrales lecciones semi-improvisadas estaba argumentando algo sobre sociología de la literatura y un alumno (de cuyo nombre no debo acordarme) le replicó que aquello no era "de sentido común". Ahí fue Troya. Miguel montó en cólera y empezó a despotricar del sentido común, entendido como una forma de pensamiento plana, anti-intelectual, cutre, fascista y no sé qué más ("cuñada" la llamaríamos hoy). Aquel alumno no volvió por clase. De vez en cuando Miguel preguntaba en medio de una explicación: "¿Dónde está el muchachito del sentido común?". Nunca más se supo. Quizá otro día me anime y cuente más cosas del gran Miguel. Sólo diré que, como su tocayo (Unamuno), sin duda fue un "excitator", pero no "Hispaniae", sino "discipulorum".
Esta anécdota me resonó en la cabeza el día que se ofrecieron los resultados de las elecciones andaluzas del pasado 2 de diciembre (y aquí va el segundo hecho que anuncié en el primer párrafo). Uno de los partidos, hasta entonces ninguneado por las encuestas que analizan el sentido común de las gentes, empezó a hacerse un hueco en redes y medios y... allí estaba: el retorno del sentido común.
No es de sentido común, dicen ellos, que se den casas y ayudas a los inmigrantes y los españoles no tengan nada. No es de sentido común, dicen ellos, que se paguen operaciones no vitales y se posterguen las necesarias. No es de sentido común, dicen ellos, que se defienda a la mujer a toda costa, si las mujeres también pueden estar al borde de un ataque de nervios y matar a sus maridos (de vez en cuando).
No me voy a poner aquí a rebatir estos puntos programáticos. Este nunca ha sido un blog de política. Sólo diré que el sentido común nos enseña que el sol "sale" por el este y que la Tierra está quieta, mientras todo el firmamento gira a su alrededor. Es el sentido común el que proclama que para viajar de Málaga a Osaka el camino más corto es pasando por Italia, Turquía, Irán y China, cuando para ir hacia el este lo más corto es volar hacia el norte, porque vivimos en una esfera, no en un plano. Es el sentido común el que animó el odio de los nazis hacia el arte "degenerado" (Entartete Kunst): Picasso, Van Gogh, Matisse, Kandinsky, Munch, Klee (mi amado Klee) y todo el jazz (negro), por supuesto... Imagino a Goebbels recriminando a Picasso la posición de los ojos en la cara, mientras sus correligionarios daban a la palanca del gas zyclon y se cerraban los de quienes estaban en Treblinka.
Sí, el sentido común está de vuelta y parece que (lo siento, Oscar Wilde) ya no es el menos común de los sentidos. Malos tiempos para los pensadores autónomos, las cuestionadoras de toda índole, los meticulosos del razonamiento, las partidarias del sentido propio. Una gran brocha gorda nos barrerá y empujará hacia la nueva ágora, donde vociferan las grandes mentes de la actualidad: la barra del bar.