Hace tiempo que se oyen voces que apuestan por insertar la filosofía en tempranas edades del sistema educativo. A ver, no se trata de explicar el concepto de übermensch en sexto de primaria, ni el hilemorfismo aristotélico en cuarto, sino de enseñar a pensar y de familiarizar al alumnado con algunos conceptos básicos, por lo menos de ética, para que empiecen a dejar de ser meras máquinas de masticar y vomitar contenidos.
Viene esto a cuento de una anécdota que viví hace unos días. En medio de jefatura de estudios, en el transcurso una conversación con alumnos de 2º de ESO (12-13 años aprox.) acerca de algún conflicto de los muchos que hay en un centro con 800 alumnos y 75 profesores, una profesora dijo que eso "no era normal". Uno de aquellos chavales interpeló con algo así como: "Pero el filósofo Focul dice que no hay nada normal". Yo estaba en una mesa contigua trabajando y oí la frase de lejos. No me lo podía creer. Intervine: "¿Tú te refieres al filósofo francés Michel Foucault?". "Sí, ese, es que no sé decirlo bien", me respondió el alumno. Me quedé pasmado, como quizá se habrán quedado ustedes al leer esto.
Más tarde indagué por ahí y di con el responsable indirecto de este excelente incidente. Fue un profesor (tan alopécico como el filósofo francés) el que les comentó durante alguna conversación que el concepto de normalidad es relativo, que el tiempo pasa, que las normalidades mutan y que buscaran en la Wikipedia a Foucault. Ignoro si el alumno en cuestión llegó a ampliar el tema, pero se quedó con la copla y la soltó a la primera de cambio, en medio de la jefatura de estudios. Sócrates y Foucault tienen que estar desternillándose en su tumba. Si eso no es educación, que venga Giner de los Ríos y lo vea.