Así se llama el libro que quiero recomendarles muy especialmente. Lo leí a colación de otro del mismo Richard Wiseman, 59 segundos, que quizá reseñe otro día. Escuela nocturna es casi un manual para dormir. Está dividido en dos partes, que en inglés están claras y en español no tanto: el sueño y los sueños (to sleep y to dream).
En la primera hace un repaso a cientos de investigaciones realizadas a lo largo de los últimos cincuenta años y extrae sabrosos consejos. Aparte de los ya consabidos de la temperatura, el ruido y la luz, para dormir bien recomienda cosas como estas.
- Al parecer dormimos en "trozos" de 90 minutos. De modo que si queremos levantarnos bien, tenemos que hacer coincidir el despertador con el final de uno de esos periodos. Por ejemplo, si usted se levanta a las 7:00, duérmase a las 11:30 o a la 1:00. Si lo hace a las 7:30, pues a las 12:00...
- Evite la luz en general a la hora de acostarse, sobre todo las azules de ordenadores o fluorescentes.
- Duerma siestas. Una investigadora americana dice que no nos sintamos culpables por dormirlas, sino por no hacerlo.
- Estudie antes de dormir, así recordará mejor.
- Duerma junto al mar.
- Báñese antes de meterse en la cama.
- Ponga un poco de olor a lavanda en la almohada.
- Si no se puede dormir, propóngase no dormir en toda la noche. Verá qué pronto se duerme.
Y como estos, muchos consejos más que pueden servirles a los que tengan cualquier tipo de trastorno del sueño. Al parecer la falta de sueño está detrás de accidentes como el de Chernobil, el Exon Valdez o el Challenger, amén de depresiones, obesidad y bajo rendimiento académico.
Y sí, también habla de las erecciones nocturnas. Y de mi amigo el jet-lag y de los sonámbulos (algunos casos son espectaculares, como el de una española que mandaba correos electrónicos dormida). No se le escapa nada. Y nada de agobiar a los adolescentes porque se levanten y acuesten tarde: es natural. Lo antinatural es tenerlos a las 8:30 despejando ecuaciones cuando ellos todavía no están, ni por asomo, despejados.
Luego está el asunto de los sueños. No esperen interpretaciones estúpidas del tipo "si sueñas con caballos, te va a tocar la lotería...". Ni siquiera le hace mucho caso al famoso Freud, aunque le reconoce que inauguró en 1900 la interpretación científica de los sueños.
El de los sueños es un mundo fascinante. Propone soluciones para las pesadillas recurrentes y excesivas, para los terrores nocturnos infantiles y post-infantiles...
Dice Weisman que tenemos cinco sueños cada noche, pero que los olvidamos casi todos. Los especialistas creen que las pesadillas son mecanismos del cerebro para ayudarnos a afrontar preocupaciones y temores cotidianos. Es decir, los sueños son "terapeutas nocturnos".
Hay personas que controlan y dirigen sus sueños y algunas consiguen adiestrar a los personajes que aparecen en ellos para inspirarse o aprender habilidades como esquiar. Walter Scott resolvía las tramas de sus novelas mientras dormía. Coleridge soñó 200 versos de un poema nuevo. Lo mismo cuenta Stephen King. Mary Shelley soñó Frankenstein y Stephanie Meyer, Crepúsculo. El mismísimo Paul McCartney se levantó tarareando "Yesterday". Mendeléyev soñó la tabla periódica y Elias Howe vio en sueños la primera máquina de coser.
Ah, se me olvidaba: comer queso por la noche no provoca pesadillas. Lo malo es que el estudio estaba patrocinado por el Consejo de Queso Británico.
Tendré como doscientas notas tomadas de este fascinante libro. Les recomiendo que lo lean por la mañana. Por la noche los puede enganchar y provocar lo contrario de lo que pregona.