El primer día del año llegó un vuelo de Londres al aeropuerto de Málaga. Una vez en pista y parado, el pasaje no pudo salir en media hora y un señor polaco, residente en Málaga, abrió la puerta de emergencia y se dispuso a bajar por el ala del avión. No llegó a hacerlo, debido a la altura, lo metieron de nuevo para adentro y se lo llevó la benemérita.
Esta es la noticia resumida y asépticamente. El diario Sur de Málaga, no obstante, la presenta como una especie de locura transitoria y estrafalaria, que fue convenientemente grabada por otro pasajero.
Perplejo por la falta de explicación, indagué por ahí y me encontré con la misma notica en el Mail Online. La cosa ya tomó otro cariz. Según testimonios de otros pasajeros, el polaco con prisas en realidad tenía un ataque de asma. Lo comunicó a la tripulación y esta no le permitió salir a la pista, ni abrir ninguna ventana para que este hombre respirara.
De modo que una gracieta de alguien mentalmente inestable se convierte en un caso de emergencia sanitaria, como otros tantos que se dan a bordo de los aviones.
He aquí dos tipos de periodismo: el serio, que indaga los hechos y las causas; y el otro, el de la cáscara y el titular.