Hace poco, así como por casualidad, me di cuenta de que el 27 de noviembre de 2007 escribí la primera entrada de Monte Coronado, ergo mañana se cumplen diez años de tan nimia efeméride. Se trataba de una tímida reflexión sobre el problema palestino, fruto de alguna lectura que haría por aquellos días. Cuento esto hoy, porque mañana lunes, seguro que surgen ocupaciones y cortapisas que me impiden escribirlo.
Al principio el enfoque era más reseñista que otra cosa. Luego todo fue evolucionando como un meandro, como una catarata o como una pertinaz sequía, que decía el Gran Constructor de Pantanos. Como era de esperar, la literatura, el pensamiento, el cine, los libros, la astronomía, la educación y temas adyacentes han conformado el grueso de las entradas. Deformación profesional y amateur.
En todos estos años ha habido días tristes en lo personal, en lo político y en lo social, pero también dichosos (más en lo personal). A mediados del periplo la niponfilia vino a enriquecer el repertorio de temas, aunque algunos (¿muchos?) consideraron (consideran) que se trata más bien de un empobrecimiento. Cuestión de opiniones. Ni quito ni pongo emperador. Otro momento importante de esta e-historia fue la mudanza en septiembre de 2013 a este lugar (montecoronado.es) en el que ahora mora, como la mora que amó a don Mendo.
Según cuenta el contador de montecoronado.blogspot.com, la entrada más leída hasta ahora es "Souvenires simbólicos", en el que hablaba de una camiseta y del tsunami/terremoto de 2011, que me pilló en Japón por los pelos. Dizque la han visto/leído 2085 almas cándidas.
Escribir un blog es una tarea medio estúpida, medio necesaria. Los que nos dedicamos a esto de agrupar palabras para deleite propio y ajeno vemos en el blog un canal independiente y libre en el que ir, por un lado, descargando ideas y, por otro, entrenando la técnica. No han faltado personas que me han aconsejado intentar meter la cabeza como columnista en algún medio de amplia difusión. No lo rechazo de antemano, pero ni me lo han ofrecido, ni lo he pedido, ni lo he insinuado, ni pienso hacerlo. No es que lo rechace, es que no me preocupa demasiado. Cosas de quintacolumnista diletante.
Y poco más se me ocurre contar sobre esta, ya digo, discutible efeméride. Espero que vengan otros diez por lo menos igual de entretenidos. Y que ustedes los vean.