Pasado un par de días del conciertal del jueves 20 toca hacer reseña y recapitulación. Como dije allí, puede que sea el último de esta serie. Desde que comenzamos a principios de mayo en el Centro Internacional de Español de la Universidad de Málaga hasta hoy, han sido cuatro conciertales, cada cual distinto al anterior en formato, poemas o acompañantes.
Este último ha contrastado con el anterior, que fue en petite comité. Aquí rozaban las doscientas personas y había gente en los pasillos de pie. Tengo que agradecer a Inés Guzmán y al Ateneo su colaboración en estas fechas tan extrañas a los eventos culturales. Parece, como rezaba aquella canción de Eduardo Retamero, que los intelectuales padecen estiofobia y que el invierno es el hábitat natural de recitales y presentaciones de libros.
Otra característica de este conciertal fue el reencuentro con ciertas amigas y amigos a los que hacía años que no veía. Ellos saben quiénes son.
Además en esta ocasión contamos con la colaboración de Beatriz Cervera, que cantó, de verdad, una canción nueva en los conciertales, "Excusoteca". Espero que ya abandone este barco lleno de aficionados. ("¡Vivan los aficionados!" exclamaba Erik Satie).
Pero lo más sorprendente de la tarde fueron los presentadores. A pesar de que Fran Cuevas ya había demostrado su ingenio y capacidad emotiva en La Mínima, la combinación con el profesor y escritor Lucas Ruiz resultó explosiva y divertidísima. Se desgranaron anécdotas personales colectivas, individuales y de pareja. Entre bambalinas estábamos tronchándonos, pero detecté algo que me iba preocupando conforme avanzaba la presentación: no se hablaba mucho de nuestras compañeras de carrera. Me dije: "No me cuadra. Nunca he tenido a Fran y Lucas por machistas, ni micromachistas siquiera". En un momento Lucas, con un dominio total de la escena y del público, dio una pista y al poco, Fran remató la (dulce) faena haciendo un retrato y alabanza de alguien muy importante para mi carrera vital y literaria: Fina García Naranjo. A quienes la conocen no les descubro su capacidad de trabajo, su entusiasmo con su profesión, su defensa de los alumnos, el cariño que demuestra con tantas personas... A ella le debo, entre otras muchas cosas, mis largas estancias en Japón, cuya cultura y literatura siempre he admirado. Y a ella le debe mucho el público de los conciertales, porque los ha animado, fomentado y casi organizado. Aquello de que "detrás de una gran hombre..." es una falacia desfasada. En este caso, habría que decir que delante de una canturreautor va una gran mujer. Fue justo y merecido el homenaje que le hicieron los presentadores del conciertal. Nada más por eso mereció la pena el esfuerzo de los ensayos, aunque la expresión no vale para el acto en sí, porque penas no hubo.
Así pues, si no lo impiden compromisos u otras vicisitudes, volveré a la caverna, en la que los escritores tenemos que meternos para enfrentarnos a nuestros retos, nuestros fantasmas y el papel en blanco.
Gracias a todos por leer hasta aquí. Sigan sudando, entrando y saliendo del agua o pagando facturas de aire acondicionado.
Aquí van unas fotillos. A ver si tengo tiempo y monto algún vídeo.