Un poco por casualidad otro poco por el calor que hace, acabó en mis manos este librito (Esto es agua) de David Foster Wallace, el malogrado novelista norteamericano. Digo librito por no decir discurso, que es lo que es en realidad. Lo dio en la graduación de la Universidad de Kenyon en 2005 y es una magnífica reflexión divulgativa sobre cómo afrontar los sinsabores de la vida.
El enfoque, en mi modesta opinión, es bastante zen, o budista, o místico casi. Coloca al público ante un supuesto cotidiano, un atasco y una aglomeración en un centro comercial tras una larga jornada de trabajo: "Tendréis el poder real de experimentar una situación masificada, calurosa y lenta del tipo infierno consumista como algo no solo lleno de sentido, sino también sagrado, que arde con la misma fuerza que ilumina las estrellas: la compasión, el amor, la unidad de todas las cosas bajo su superficie", porque para él ese es "el verdadero valor de una verdadera educación, que no pasa por las notas ni los títulos y sí en gran medida por la simple conciencia: la conciencia de que algo es tan real y tan esencial, y que está tan oculto delante de nuestras narices y por todas partes, que nos vemos obligados a recordarnos a nosotros mismos una y otra vez: "Esto es agua"".