Eso es lo que dicen las madres a los hijos cuando reciben un regalo.
Tengo la mala costumbre de no dar mucho las gracias. Supongo que es el eco de una ética de barrio lento y duro, donde cualquier atisbo de educación o bondad podía ser tomado por debilidad, lo que podía acarrear problemas inmediatos de sociabilidad y/o salud.
Pero hoy toca dar las gracias. No nos faltan razones. Tenemos trabajo, salud (más o menos), viajamos, vemos películas, oímos sinfonías y cuartetos, podemos leer libros que nos llevan a tiempos, lugares y mentes lejanos y atractivos...
Además, en muchos casos, como el mío, agradezco la ayuda de personas con las que vivo, trabajo o comparto parte de mi tiempo, digital o analógico. También a aquellos con quienes discrepo. Seguro que parte de razón no les falta y que me ayudan a mejorar en la mía. Y para colmo, este año he tenido la suerte de dar clase a dos grupos de alumnado distinto pero igualmente entusiasmante, por distintas razones. En el caso de la Literatura Universal de bachillerato hubo sesiones que hubiera pagado por impartir. Lo digo para quienes duden de esta juventud que, como todas, está perdida, buscándose, luchando, divirtiéndose y diciendo tonterías de cuando en vez.
Jean de La Bruyère en el siglo XVII dejó escrito: "Sólo un exceso es recomendable; el exceso de gratitud". Así que, arigato, gràcies, thank you, shukran, grazas, xie xie, Danke, merci, grazie, eskerrik asko, tak, obrigado... Esta es de las mejores, obligado a reconocer lo que los demás hacen por cada cual. Cosas de bien nacidos.