Hace unos días, hablando en clase de Literatura Universal sobre Baudelaire, surgió esta sistema de ecuaciones: lo bello es bueno y lo feo es malo.
Es lo que dicta el sentido común, o el vulgar, que dirían los "niños malos" de la literatura. Convencí a las alumnas (son mayoría) fácilmente con una breve antología de malos feos de varias películas y guapos buenos de otras tantas (o de las mismas).
Es la forma más simple que encontré de explicar la inversión estética y moral que tuvo lugar a finales del siglo XIX en lo que se llamó el Decadentismo: lo bello es malo. El mismo título de la obra principal del parisino, Las flores del mal, ya presenta la paradoja a las claras.
Supongo que algún historiador lo habrá dicho ya, pero aquí va mi (simplista) teoría. Cuando la sociedad industrial propuso sus "buenos" inventos, que iban a mejorar la vida de todos, resulta que eran "feos" y que "afeaban" el aire con sus humaredas tóxicas (trenes, calderas... el caso de Londres es paradigmático) y con su estrépito de sirenas de fábricas, locomotoras (más tarde automóviles)... De modo que si lo bueno era feo, lo malo podía ser bello. De ahí al satanismo, la necrofilia, la escatología, los paraísos artificiales y demás solo hay un paso.
Es cierto que los románticos tempranos ya habían adelantado gran parte de estas ideas, pero ellos reaccionaron contra la Razón y el utilitarismo ilustrados. A los artistas de las segunda parte del siglo XIX les tocó lidiar ya con un progreso burgués a toda máquina, que, en su opinión, iba a acabar con el misterio y la trascendencia de la vida.
El futuro no les dio exactamente la razón (tampoco la querrían ellos, tan irracionales), pero esa es otra historia, la del eterno apocalipsis, del que siempre, no se sabe cómo, acabamos escapándonos de chiripa, de soslayo, de potra...
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Eduardo de Uruguay (miércoles, 15 agosto 2018 15:50)
Gracias por este articuko. Tal cual, lamentablemente cada vese peor.
Me viene a la mente Las Brujas de Macbeth (metáfora de la depravación) Donde “Lo bueno es malo,
lo feo es bello y
lo justo, injusto”
William Shakespeare