Del amor y la cólera

No voy a esperar al martes 14 de febrero, que la semana se enreda sola y puede que no tenga tiempo.  Prometí por ahí que escribiría sobre el amor romántico y la violencia machista.  Allá vamos.

 

La idea no ha sido muy intrínseca ni original.  Oí parcialmente en la radio que algún organismo oficial va a poner en marcha una campaña en contra los mitos del amor romántico.  Me sonó familiar.  Llevo años haciéndolo en clase.  

 

Sin ir más lejos, este curso en Literatura Universal hemos leído una jornada el Decamerón que me ha servido para dejarles claro a las alumnas y, sobre todo, a los alumnos, un par de cosas: a) que la Edad Media no es ese tiempo oscuro, triste y violento que nos quisieron vender los listos renacentistas; b) que el concepto de amor con el que trabaja Boccaccio no es, ni mucho menos, el que tenemos nosotros.  Todo es carnal, perentorio y extramatrimonial.  De camino, el florentino presenta una imagen de la mujer como inteligentísima emprendedora sexual.  

 

La segunda lectura ha sido (hace poco que la terminamos) Romeo y Julieta.  Otros que tal andan.  El epítome del amor romántico (doscientos años antes de que llegase el Romanticismo propiamente dicho) son un par de jovencitos, niños casi, ciclotímicos (él por lo menos) e hiperhormonados, que acaban como acaban por las prisas de casarse en secreto para pasar del balcón a la alcoba.  Y lo de casarse es una concesión que hizo Shakespeare para que no se le echara encima el público más conservador.  Una locura provocada por un muchachito veleidoso que minutos antes de conocer a Julieta estaba sumido en una depresión patológica por el amor no correspondido de otra damisela veronesa.

 

Y luego vendrá el pobre Werther, ese sí ya un puro (pre)romántico, que se mete en la boca del lobo él solito, movido por un zánatos (que diría Freud) gordianamente anudado con un eros.  

 

A lo largo de todas estas lecturas intento exponer la idea central de que el amor es algo así como lo que dice Esperanza Bosch en su estudio Del mito del amor romántico a la violencia contra las mujeres: "El amor es un construcción cultural y cada período histórico ha desarrollado una concepción diferente del amor y de los vínculos que deben existir o no entre el matrimonio, el amor y el sexo".  Mi objetivo es que, si llega el momento, racionalicen y/o relativicen al máximo su relación con una persona que les haga cualquier tipo de daño o microdaño, que no se vean (y aquí me dirijo a las alumnas) como heroínas trágicas de un amor incuestionable, que deben soportar lo insoportable en nombre de una idea a fin de cuentas convencional y pasajera.  A ellos (que cada vez, dicho sea de paso, son menos en los estudios) los miro de soslayo y creo que también lo entienden.  Son buena gente.

 

Y cuando llega el Romanticismo les digo que aquellos poetas eran más unos revolucionarios, alocados antisistema, cheguevaras en Grecia, piratas, ocultistas, necrófilos y demás lindezas.  Para sellar la cuestión les pongo Remando al viento para y les digo una frase que les repele y sorprende a partes iguales: un verdadero romántico no va a una tienda a comprar flores; entra en la tienda y la quema.

 

Supongo que la campaña que se va a poner en marcha irá por esos mismos caminos, pero sin tanto peso intelectuoso y pedante como el que he expuesto.  Si la educación y la formación no se usan con estas finalidades no sé para qué sirven, la verdad.  Mejor sería enchufarlos a la Wikipedia con un cable usb y que sigan mojando con lágrima y sangre los corazones partíos de sus carpetas.

 

 

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Comentarios: 1
  • #1

    El Último Turuta (domingo, 12 febrero 2017 10:12)

    Sí. Demasiado intelectuoso y pedante. La gente normal ni sabe muy claro de que hablas. Demasiada cultura.