Las rebecas

Algunos años, como este, coincide la llegada de nubarrones y chubasquillos con los temidos e inútiles exámenes de septiembre (otro día explicaré uno de esos adjetivos).  Cuando eso pasa, viene a cuento que traiga aquí un fragmento del poema "Consagración del verano" (Múltiplos de uno), el cual, con el tiempo, me he dado cuenta de que trata más del otoño.  Eduardo Retamero así lo entendió también cuando musicó solo esta parte.


No ignoro que nos quedan calores hasta que aireemos las rebecas, pero entonces ya estaremos hablando de turrón y espumillones.



           A la sombra rayada de un cañizo

      oímos una tarde de septiembre

      callar a la juke‑box del merendero.

      Un nativo moreno fue plegando

      las hamacas y los hidropedales

      pusieron sus dos proas rumbo al cielo

      para así despedirse de sus primas,

      las bicis, que al revés sobre las bacas

      volvían a hibernar a los desvanes.

 

      Olor a sacapuntas y a libretas

      nos trajo desde tierra un viento triste

      que nos puso la carne de gallina

      nos hizo apetecer un buen caldito

      y aireó las rebecas del armario.


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