No vivimos en un mundo feliz. Ni en el de Huxley ni en el de Disney. El personal anda inquieto con su futuro, con el de la humanidad, con el de su país, con el de la naturaleza... Buscamos significados, respuestas, soluciones, metas... Lo que tenemos nos parece poco y vamos y compramos más, pero este excedente tampoco nos parece suficientemente in, eficiente, grande (aunque ande)... Y en las grandes cuestiones, pues más de lo mismo. Así que entre las catedrales tradicionales y las modernas (centros comerciales, webs de compra o de relaciones) intentamos alcanzar la otra orilla, el más allá definitivo, que finalmente sacie nuestra sed de trascendencia.
Esto viene a cuento del siguiente cuento:
"Un joven budista iba de viaje y llegó a un gran río. No había puente ni vado y no sabía cómo cruzarlo. Estuvo horas intentándolo, pero nada. Cuando ya iba a desistir y volver sobre sus pasos, vio al otro lado a un viejo maestro zen al que preguntó:
--Maestro, ¿cómo puedo pasar a la otra orilla?
A lo que el maestro le contestó riendo:
--Hijo, ya estás en la otra orilla".
P.S.: Este mes se celebra en algunos países el cumpleaños de Buda, que nació en (Lumbini) Nepal.
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