Hay momentos en los que uno se cansa de pensar y opta por que otros piensen por uno. (NOTA: un buen ejemplo de "por que" separado y sin tilde para mi clase de ortografía). De ahí viene la antigua costumbre de escuchar a los viejos alrededor de la hoguera, a los filósofos alrededor del ágora, a Coelho alrededor de Facebook...
Pues bien, les traslado a continuación un cuento zen que me he topado por esos e-mundos de e-Dios:
Un rey decidió poner a prueba a su pueblo y colocó una gran piedra en medio de un camino principal. Los comerciantes ricos se la encontraron, la bordearon como pudieron y fueron a ver al rey para protestar porque no tenía limpias y en condiciones de "usabilidad" las vías de comunicación de su reino.
Otro día el mismo rey se escondió tras un arbusto para observar la reacción de sus súbditos ante el obstáculo. Entonces llegó un chaval cargado de verduras. Se paró y tras unos instantes de duda, se puso a empujar la piedra para quitarla. Dado que no consiguió moverla, se fue a buscar un palo y, aplicando la idea de Arquímedes, hizo palanca y la sacó del camino. Donde había estado la piedra, el niño encontró un paquete con un tesoro de monedas de oro y un mensaje del rey en el que explicaba que el premio era de quien quitara la piedra del camino.
Y la moraleja ya la pueden imaginar. Solo tras superar las dificultades aparecen las recompensas. O en otras palabras: nadie ata lo perros con longanizas, ni da duros a cuatro pesetas.
Para terminar les dejo un poema de A propósito, que incide también en la idea de la inevitabilidad de los malos tragos:
A PROPÓSITO DE LAS CRISIS
¿Hubo algún tiempo,
pregunto,
alguna época remota,
algún recóndito periodo,
algún mísero día,
algún ínfimo minuto,
alguna resplandeciente civilización,
oculta bajo toneladas
de escombros, de cenizas, de olvido,
que nunca entrara en crisis,
que nunca sintiera que todo lo que quiso
todo lo que amó, creyó o tuvo
era poco más que
verdura de las eras,
que una brizna de hierba
en medio de la tormenta?
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