Todo el mundo sabe lo que pasó. No hay mucho expediente secreto al respecto. Lo único misterioso de este asunto es que se hiciera, se volviera a hacer y que la humanidad haya sobrevivido a estos hechos (y a otros iguales o peores) sin incurrir en la demencia global.
Eran las 8:15 de tal día como hoy de 1945. El mayor Thomas Ferebee le dio al botón y Little Boy cayó desde unos diez mil metros de altura. Casi un minuto después alcanzó los seiscientos y estalló. Inmediatamente se creó una bola de fuego de 256 metros de diámetro y la temperatura se elevó a más de un millón de grados centígrados. En 1,6 kilómetros a la redonda la destrucción fue total y los cristales de los edificios se rompieron a 16 kilómetros. Luego vino la lluvia negra, la radiación, el cáncer, etc. En ese momento fallecieron unas 60 000 o 70 000 personas que, sumadas a otras muertes el mismo año, alcanzarían las 90 000 o 140 000, según las fuentes. En la década siguiente parece que la cifra creció hasta las 200 000. Muchas de ellas fueron prisioneros coreanos que trabajaban en las fábricas y cuyas familias en 2007 fueron indemnizadas por el gobieron japonés.
Tres días más tarde se repitió una operación parecida en Nagasaki, donde curiosamente se habían trasladado algunos supervivientes de Hiroshima. Uno de ellos (a los que se conoce por hibakusha) sobrevivió a las dos explosiones y murió en 2009.
De los tripulantes del Enola Gay, que era el nombre de la madre del piloto, solo el copiloto, el capitán Robert A. Lewis, sintió remordimientos y tuvo problemas psiquiátricos: "Si vivo cien años nunca conseguiré sacar esos pocos minutos de mi cabeza".
En 2010 visitamos Hiroshima y grabé este vídeo que anda colgado desde entonces en YouTube.
Escribir comentario
Fina (martes, 12 agosto 2014 20:33)
Que nunca olvidemos. Aunque me repita, nunca es poco