Un estudio de esos americanos, concretamente de la universidad de Virginia, confirma algo que muchos han intuido antes: los peores problemas y miedos que nos (pre)ocupan están dentro de nuestras pequeñas y multiformes cabecitas. Eso de quedarse quietos o quietas pensando no más, o intentando eso tan difícil y tan oriental de dejar la mente en blanco provoca pánico y terror al personal. El 67% de los hombres y el 25% de las mujeres prefiere que les den una descarga eléctrica a que los/las dejen solas y solos con sus propios pensamientos.
Es así de terrible. No podemos vivir sin los mensajes, sin la televisión, sin el cine, sin la compañía de otros, sin el trabajo, sin las tablets ni sin nada. Las nuevas adicciones tecnológicas no son la causa de este miedo ancestral, sino una consecuencia más. Horror vacui lo llaman en el arte. Timothy Wilson, el autor del estudio, recurre a unos versos de Milton para atestiguar el rancio abolengo de nuestra autopsicofobia: "La mente es su propia morada y en sí misma puede hacer un cielo del infierno, un infierno del cielo". O, como dice el refranero español: "Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo".
Es pertinente traer a colación este tema ahora, cuando muchos mozuelas y niños andan diletantes por casas, calles, piscinas y playas. Muy poco después de acabar el curso oí a una madre en la caja de un supermercado:
--Pues yo llevo dos días con los niños y ya no sé qué hacer con ellos.
De modo que se ha creado toda una industria para matar al monstruo del aburrimiento infantil. Los niños antiguos (nosotros, quiero decir) se aburrían igual que los de ahora cuantitativamente hablando, pero tenían (teníamos) que inventarnos nuestras diversiones. Tiempos precarios y artesanales. Quizá esa es la única diferencia, pero el problema de fondo es el mismo: algo acecha en nuestra mente que nos impide quedarnos a solas con ella.
Baudelaire también conoció este fenómeno y lo colocó preferentemente en el primer poema de Las flores del mal:
"Oprimido, hormigueante, como un millón de gusanos,
bulle en nuestros cerebros un pueblo de Demonios
(...)
Pero entre los chacales, las panteras, los podencos,
los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
los mostruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
(...)
¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
¡Es el Tedio! - los ojos preñados de involuntario llanto,
sueña con patíbulos mientras fuma su pipa.
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
hipócrita lector, mi semejante, ¡mi hermano!"
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