También yo estaba aquí aquel 11M. Íbamos en el coche a trabajar en su coche el compañero (y sin embargo novelista) José Francisco y un servidor de ustedes. Al principio la premura y la inverosimilitud de los datos no dejaban claro qué estaba pasando exactamente. En España estamos acostumbrados a cosas parecidas, pero el modo, el lugar y la intensidad no cuadraban con lo que habíamos vivido hasta entonces.
Luego nos conmovimos con la capacidad de respuesta del pueblo y de los trabajadores. La solidaridad nacional con Madrid fue incuestionable. La falta de reacciones xenófobas también. ¿Cómo se va a volver contra el mundo árabe un país plagado de minaretes, alhambras, mezquitas y topónimos y palabras que empiezan por al-?
Ante la premura de las elecciones el gobierno quiso dar un golpe de efecto propagandístico y le salió el tiro por la culata. La rabia de la gente acabó canalizándose hacia calle Génova. Las imágenes de las vías y los cadáveres produjeron tristeza, estupor y rabia. Las del ministro insistentemente mentiroso, indignación y vergüenza.
Pero sobrevivimos a aquello, como nuestros abuelos hicieron a tres años de masacre sangrienta. Espero que sirva de algo para los que suponen que el personal es imbécil y que sale a cuenta hacer de mamporrero de los poderosos.
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