Yo estaba allí. Ya lo conté en su momento. No sentí nada, ni el más mínimo temblor. A la hora de la catástrofe, las tres de la tarde más o menos, andaba por un supermercado de Kioto, comprando los último souvenires de aquel viaje. Al llegar a casa empezaron los sms desde España (todavía no teníamos wasaps). Pusimos la tele y empezamos a ponernos nerviosos. Todas las cadenas emitían informes sobre las alertas en japonés, inglés, chino y algún otro idioma. El mapa de Japón estaba rodeado por líneas rojas y amarillas que indicaban los peligros de tsunami. Todavía no habían llegado las olas a Matsushima, ni a Sendai, ni a Fukushima. Cuando llegó el momento cogimos un taxi a la estación central de Kioto. Todo era tranquilidad por las calles y en la misma estación. Obedeciendo el sistema de detección temprana, la línea del shinkansen (tren bala) hacia Tokio estaba suspendida, pero el tren hacia el aeropuerto de Kansai, el Haruka, estaba en funcionamiento. Lo cogimos y en el aeropuerto seguía la tranquilidad, a pesar de ser prácticamente una isla a ras del mar. Las instalaciones resultaron intactas y el avión estaba preparado para salir a la hora prevista. Cuando iba a embarcar, me uní a un grupo de estudiantes que veía en una gran pantalla de televisión lo que estaba pasando. Entonces empecé a calibrar la verdadera dimensión de la tragedia.
Una vez en Dubai me hice con The Times, que ya recogía en portada la noticia. Lo conservo y le he hecho una foto para que ustedes lo vean. Al día siguiente escribí una entrada en el blog, que se ha convertido en la más visitada de todas las que he escrito. Se titula "Souvenires simbólicos" y pueden leerla si pinchan aquí.
De Madrid a Málaga vine en el AVE y tuve un problema de seguridad con unos cuchillos de cocina que llevaba en las maletas. Al decir que venía de Japón, los guardias de seguridad se amontonaron para escuchar mi versión de los hechos. Me dejaron pasar con las potenciales armas porque me consideraron un superviviente, cuyo avión había despegado justo cuando las olas inundaban la pista. Nada más lejos de la realidad. Yo estaba allí, pero no fui un héroe, ni una víctima. Solo era un medio turista, medio residente, que parecía estar huyendo de una catástrofe nuclear. Los héroes son los que se quedaron allí, los que levantaron el país de nuevo, los que demostraron, una vez más, ser uno de los pueblos más cívicos y civilizados del planeta.
Nosotros también tuvimos nuestro 11M y también demostramos muchas cosas esos días, solidaridad nacional, capacidad de respuesta de servicios de emergencia, efectividad policial... Lástima que algunos lo estropearan con sus conspiraciones, sus paranoias o sus flagrantes falsedades. El presidente de TEPCO, la dueña de la central de Fukushima, casi se tira al suelo ante el gobernador de la provincia para disculparse por algo que, en cierta medida, era incontrolable. Aquí nadie agacha la cabeza. Mantenella y no enmendalla. Aquí el tsunami somos nosotros mismos.
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