Recuerdo un sábado de hace cuarenta años que llegué de las clases de guitarra. Era ya la tardenoche y ponían en Informe Semanal un reportaje sobre Paco de Lucía. Fue un shock. Los torpes colocaciones y movimientos de mis manos sobre las cuerdas me parecieron ultrapatéticos, pero no me desanimé y he seguido hasta hoy intentándolo. Quizá porque su manera de tocar parecía natural, casi como si estuviera hablando, como si cualquiera pudiera hacerlo.
Décadas después lo vi en directo una inolvidable noche en los jardines del Generalife de Granada, bajo los cipreses y las estrellas.
Mucho ha dolido y sorprendido la muerte temprana del maestro, que llevó la guitarra flamenca a los festivales de jazz y a las cátedras norteamericanas. Sin duda será, junto con Picasso, Dalí, Buñuel, Camarón, Machado, Serrat, Berlanga, Lorca y pocos más, uno de los grandes del arte español del siglo XX.
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