NIEBLA
El pobre San Juan en Patmos
creyó que el Apocalipsis
iba a ser una fanfarria
de fuegos fenomenales,
trompetazos sulfurosos
y jinetes demacrados
en bichos inverosímiles.
Pero esta tarde de otoño
veo más claro que nunca
(Unamuno lo intuyó)
que la niebla sin fronteras
es mortaja que sepulta
los perfiles de las cosas,
es la muerte imperceptible,
blanca y tácita guadaña.
Como cuando en el espejo
del servicio, en una fiesta
de un cumpleaños cualquiera,
vemos cómo humildemente
nace la cana que acaba
por dejarnos la cabeza
sin contornos, imprecisa,
contra el fondo impertubable
de mármoles o azulejos.
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