Cuentan que Buda contó la siguiente parábola.
Iba un indio por esas selvas enmarañadas y lujuriosas de la India cuando de pronto apareció un tigre. El hombre salió corriendo y al llegar a un desfiladero se agarró a una liana para poder bajar sin partirse la crisma. Al mirar hacia abajo observó que en el suelo lo esperaba otro tigre tan hambriento, feroz y rayado como el que lo miraba desde arriba. De modo que decidió quedarse allí suspendido entre dos muertes seguras. En estas aparecieron dos ratones, uno blanco y otro negro, que se pusieron a roer inmisericorde y sistemáticamente la liana. La situación no podía ser peor, pero el desgraciado se dio cuenta de que cerca había una rama de la que pendía una jugosa fresa silvestre. La cogió, se la comió y estaba muy, muy, muy, muy dulce.
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