En el famosísimo Cuento de Navidad (1843), Mr. Ebenezer Scrooge era un protocapitalista hosco y malhumorado, que se oponía a la navidad por entenderla banal, ñoña y antiproductiva. Siendo niño, Charles Dickens sufrió en sus propias carnes las condiciones inhumanas de trabajo de la época. Pasaba diez horas al día esclavizado en una fábrica de betún, lo que hacía presagiar un futuro más oscuro si cabe.
Si don Carlos levantara la cabeza, vería con asombro que Mr. Scrooge es ahora un diseñador de estrategias comerciales que ha convertido la navidad en una inagotable fuente de consumismo. Ahora no niega la bondad, la familia ni los aguinaldos. Al contrario, los ha fagocitado y transformado en un mercadeo hiperbólico en el que, por extensión, salen perjudicados los trabajadores infrapagados del tercer mundo, niños y niñas incluidas.
De modo que oponerse a las navidades tal como están planteadas a fecha de hoy no es ser Mr. Scrooge, sino su antagonista. Los cristianos más sinceros lo saben y empiezan (o llevan años ya) a abominar del festival de espumillón e hiperglucemia.
Los que siempre nos hemos visto sobrepasados por tanta bondad repentina, puntual, codificada y prefabricada, seguimos con la misma cantinela, a riesgo de pasar, una vez más, por aguafiestas. Prefiero esparcir mis regalos, mi amistad y mi solidaridad a lo largo de todo el año.
No esperen, pues, que les felicite las navidades. A lo más, que les presente mis condolencias.
Les dejo un poema de Múltiplos de uno que trata este tema tangencialmente:
CONSAGRACIÓN DEL INVIERNO
Un olor a naftalina
y a humo viejo que desprenden
el alma de los abrigos
y el vientre de los braseros
nos anuncia que el invierno
regresa de sus cuarteles.
El primer catarro llega
y hace coro de estornudos
a los cánticos numéricos
de los niños trajeados
que dan premios a personas
siempre muy desconocidas,
eufóricas que descorchan
champán en los telediarios.
Luego vienen esas noches
de pavo, paz y pastores
y de anuncios de colonias,
de decir no gracias es que
reservo para las uvas
el penúltimo agujero
de la ya inútil correa.
Y cuando tres nigromantes
orientales, silenciosos,
dejen junto a los zapatos
sus presentes, el futuro
planta los mustios abetos
en grises contenedores,
donde sueñan con un copo
de nieve que nunca llega
en los apenas inviernos
del sur.
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Fina (lunes, 23 diciembre 2013 19:36)
Genial y completamente de acuerdo aunque no me atreva a seguir a rajatabla mis principios y felicite las navidades. Quizás a partir de ahora sea aún más japonesa y sólo mande tarjetas de año nuevo.