Lo hemos visto nacer y crecer. Ahora lo vemos partir. Al arroz que tantas veces hemos fotografiado desde la ventana y en los paseos por el barrio de Neyagawa le ha llegado el momento de la cosecha. Como le pasaba a Caulfield con los patos de Central Park en El guardián entre el centeno, ignoro dónde estarán las miles de ranas que acunaron nuestro sueño durante meses.
Hace unos días comenzó la cosecha del arroz. Dos personas de avanzada edad se encargan de la tarea, con la ayuda de algunos familiares. Nuestra corresponsal se acercó a ellos y les preguntó si podía comprar un poco de aquel arroz que era ya como de la familia. Al día siguiente la pareja le tenía preparada una bolsa de más de tres kilos. Y se negaron a cobrarle nada. Llámenme pesado, recalcitrante o lo que quieran, pero nunca me cansaré (nos cansaremos) de alabar la educación, la amabilidad, la pulcritud, la educación y la laboriosidad del pueblo japonés.
Ahora anda por allí nuestro presidente del gobierno. ¿Será capaz de traerse algún atisbo de esto que les comento o será un viaje más, en el que el protocolo oculte la realidad de un país?
Aquí les dejo unas cuantas fotos al respecto, hechas por nuestra corresponsal.
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